Con un futuro nada halagüeño, a Rajoy se le ha aparecido
esta semana un fantasma del pasado en forma de José María Aznar. Como un padre
severo que otorgó en su hijo preferido la confianza de continuar su legado pero
que no está cumpliendo las expectativas, Aznar surge para llamar la atención
ante la desviación de Rajoy.
José María Aznar concedió una entrevista el pasado martes en
Antena 3 y criticó al Gobierno por, entre otros motivos, la subida de
impuestos, por el incumplimiento del programa electoral y por no establecer
medidas concretas que eviten la realización de un referéndum soberanista en
Catalunya. No se trata más que la demostración de las fisuras internas en las
que está inmiscuido el Partido Popular, pero lo que llama la atención de las
palabras del ex presidente es la aureola de superioridad moral que él mismo se
ha autoimpuesto. Con un egocentrismo desmesurado, él mismo se declara líder de
España e insinúa su vuelta atendiendo a su propia responsabilidad,
considerándose como una especie de salvador de la patria, como un héroe
inmortal capaz de regresar para devolvernos de nuevo a épocas gloriosas
pasadas. Si bien la gloria nos la otorgó la burbuja inmobiliaria que él mismo
alentó y que después explotó para convertirse en una de las principales causas
que nos llevaron a la situación en la que ahora estamos.
Conviene el exigir a Aznar algo de autocrítica. Entre tanta
lección, pasó de puntillas cuando le tocó hablar de sobres, de corrupción o de
financiación de partidos. Tampoco se acordó de las armas de destrucción masiva.
Dudas que no acertó a despejar y que ensombrecen su figura como el salvador de
la patria que él mismo cree ser. Su época ya pasó y no parece ser tan idílica
como la pinta. Antes de reencontrarse con fantasmas del pasado, es preferible el
hallar gente capaz de despejarnos el futuro.
Foto: 20minutos.es
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