Gran Bretaña ha rayado a un nivel excepcional en sus Juegos.
Han sumado 65 preseas, con 29 oros, sólo por detrás de Estados Unidos y China
en el medallero. Suele ser lo habitual en el país organizador pero no por ello
deja de ser admirable. La motivación de competir en casa, un programa adecuado
y, por qué no reconocerlo, cierto favoritismo de jueces y árbitros llevan al anfitrión
a alcanzar casi siempre su máximo nivel.
La actuación de los británicos es más admirable aun teniendo
en cuenta que hace tan sólo 16 años en Atlanta no pudieron conseguir más que 15
medallas y solo una de oro. Desde entonces, se ha llevado a cabo una labor
impresionante que ha recogido sus frutos en Londres. Una inversión en infraestructuras, en
técnicas de entrenamientos, en medicina y en la formación de deportistas que
les ha llevado a ser la tercera potencia mundial en el deporte. La idea era
formar campeones y no solamente deportistas, no importaba tanto la cantidad de
atletas como la calidad, y los deportistas han sabido responder en la
competición.
Los mayores éxitos han venido en remo, ciclismo en pista y
atletismo. Precisamente, en esta disciplina es donde se ha coronado como uno de
los atletas de los JJOO, Mohamed Farah. El de origen somalí ha conseguido el
oro en los 5000 y los 10000 metros, logro que le sitúa junto a otros grandes
como Bekele o Zatopek.
Mohamed Farah no ha tenido una vida sencilla. Nació en
Somalia, se crió en Djibuti y llegó a Inglaterra a los 8 años sin saber una
palabra en inglés, por lo que tan impresionantes han sido sus victorias como el
unir en una misma celebración a todos los británicos, nativos e inmigrantes, en
Londres, la misma ciudad que hace un año vivía unos graves disturbios de origen
racial. Son ese tipo de cosas las que engrandecen los Juegos Olímpicos.
Foto: juegos-olimpicos.com