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miércoles, 28 de marzo de 2012

El infierno del Gavia

Domingo 5 de junio de 1988. Ese día se iba a disputar la 14ª etapa del Giro de Italia entre Chiesa Val Malenco y Bormio y se iba a convertir en una de las jornadas más épicas y más recordadas de la historia del ciclismo y del deporte.
El recorrido de la etapa ya asustaba por sí mismo pues, aunque solo tenía 120 kilómetros, a 24 de meta se coronaba el terrible Gavia de más de 2600 metros de altitud, un puerto casi desconocido (solo se había subido en 1960), de porcentajes durísimos y con la parte final sin asfaltar. Pero con lo que no se contaba  era con la terrible tormenta de nieve que asoló la subida y el descenso del Gavia y que convirtió la jornada en un auténtico infierno para los ciclistas.
La mañana amanecía con lluvia y frío. Los ciclistas se abrigaban esperando una dura etapa pero confiados en que el poco kilometraje de la misma haría que la jornada terminase pronto. Nadie sabía todavía la que se avecinaba.
La etapa transcurría con una lluvia torrencial y con el frío calando en los huesos de los ciclistas, pero tras coronar Aprica, ya emergía al fondo la figura imperial y completamente blanca del Gavia, presagiando el sufrimiento por el que tendrían que pasar aquellos valientes.
Al comenzar la ascensión, atacaba Johan Van der Velde. El holandés fue el que más sufrió aquel día. El Gavia se convirtió para él en las auténticas puertas del infierno. Fue el primero en coronar pero llegó a más de 45 minutos del ganador. El frío y la presión psicológica le destrozaron en esa etapa y nunca volvió a ser el mismo. Al borde de la congelación, justo cuando iniciaba el descenso no tuvo más remedio que meterse en una de las roulottes que había en la cuneta. Allí esperó media hora hasta que recuperó la sensibilidad pero perdió su nivel ciclista y parte de su cordura. Terminó por abandonar su carrera deportiva año y medio después sin conseguir ninguna otra victoria, a pesar de que era uno de los corredores más laureados de su época, y destrozado por las drogas.
Por detrás de Van der Velde, cada uno ascendía como podía. De entre los favoritos, el mejor era Andrew Hampstein, seguido por  Erik Breukink, también Zimmermann, Giovannetti o Chiocchioli realizaron una buena ascensión. Pero muchos otros favoritos, como Pedro Delgado o Bernard, eran incapaces de vencer al frío, cinco grados bajo cero, y a la copiosa nieve, por lo que desistiron de seguir a Hampstein.
La pesadilla no terminó una vez se coronó el Passo Gavia. El frío, la lluvia y la nieve habían convertido el descenso en una pista de patinaje y la habilidad de los ciclistas estaba condicionada por el frío que inundaba sus cuerpos y sus mentes.
Una vez que Van der Velde desapareció de la carretera, Hampstein se colocaba en cabeza pero, a poco del final, sus fuerzas, al igual que lo estaba su cuerpo, se helaron y fue sobrepasado por Breukink, que se llevó la épica etapa. No obstante, el norteamericano logró situarse líder, puesto en el que terminaría la ronda italiana de aquel año.
Por detrás de los dos primeros las diferencias fueron escandalosas. Tomasini a 4:39, Giupponi a 4:55, Zimmerman a 5:02 acompañado de Giovannetti y Chiocchioli, que había afrontado la etapa como líder. Pedro Delgado se dejó más de 7 minutos y Bernard casi 10. Así fueron llegando uno a uno, cada cual superando como podía aquella tortura.
Los aficionados también jugaron un papel importante con su ayuda a los ciclistas en esa jornada infernal, a pesar de que algunos pensaron que la carrera se suspendía y poblaban el descenso volviendo a casa, otro obstáculo más que tuvieron que salvar los ciclistas. Pero los tifosi fueron más un apoyo que un obstáculo. Muchos de ellos tuvieron que masajear las manos de los ciclistas, inmóviles por el frío, para que pudieran frenar en la bajada, y otros dejaron sus abrigos y ropas a los superhombres de aquel día.
Aquella etapa nunca debió haberse disputado pero sirvió para convertir a los ciclistas en auténticos héroes. Solo finalizar aquel día era ya una hazaña y no importaba la forma en que se cruzara la línea de llegada. En la meta, la imagen fue dantesca. Los corredores tiritando por el frío, con lágrimas en los ojos o ayudados por auxiliares al borde del desvanecimiento. No fueron pocos los que se subieron en coches de equipo durante el descenso para coger la bicicleta en los últimos kilómetros. A pesar de ello, los organizadores entendieron las circunstancias y no sancionaron a ninguno de ellos. No era momento para castigar sino para rendirse a unos héroes que habían desafiado y vencido a un infierno. El infierno del Gavia.

Aquí os dejo algunas imágenes que nos indican lo que se vivió aquel día.

Pedro Delgado cubierto de blanco.

Johan Van der Velde entre la nieve.

Andrew Hampsten protegiéndose del frío como podía.

Chiocchioli tras cruzar la línea de meta.

Por último, uno de los vídeos que se pueden ver en Youtube de esa mítica etapa.


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