Hasta el año 2008, la selección española regresaba casi
siempre a casa tras un gran campeonato lamentándose de su mala suerte. El dicho
“jugamos como nunca, perdimos como siempre” servía para resumir una decepción
tras otra. Ahora llevamos tres finales consecutivas. En gran parte, gracias a
un fútbol que ha enamorado al mundo, pero también por una confianza y una
seguridad que han servido para sobreponerse a las circunstancias más
desfavorables.
España no ha realizado su mejor juego en esta Eurocopa. Sin
embargo, ha vuelto a alcanzar la final. Las dudas y las críticas no han podido
con la mejor generación de futbolistas españoles, que para lograr este éxito se
han basado en un oficio digno de admiración y que nunca antes habían tenido
nuestros jugadores. Era ese punto que tenían siempre alemanes, italianos o
brasileños y que les servía para llegar a las rondas finales, esas que
seguíamos en televisión con envidia y a las que ahora nos estamos
acostumbrando. Es lo que siempre se ha conocido como el otro fútbol. Una cualidad
que separa a los grandes equipos de los buenos. España podía jugar bien o mal
pero a la hora de la verdad casi siempre se veía superada, porque para ser el
mejor no basta con jugar un buen fútbol sino que hay que sacar ese alma de
campeón que desnivela eliminatorias decisivas. Y eso no se aprende entrenando,
es algo que va intrínseco al campeón y cuyo valor se acrecienta con la
historia.
Ese otro fútbol en el que ahora España es también una
referencia está permitiendo que La Roja esté a un paso de lograr un hito en la
historia del fútbol. Los de Del Bosque han estado en esta Eurocopa contra las
cuerdas en varias ocasiones, lejos de la brillantez de 2008 o 2010, pero
mientras que los seguidores perdíamos los nervios o nos cebábamos con las
críticas al equipo y al seleccionador, España eliminaba a rivales con la
confianza y seguridad del que se sabe campeón.
La historia de nuestro fútbol ha cambiado. Gracias a una
maravillosa generación de futbolistas, España será para siempre una de las grandes
y, pase lo que pase el domingo, ese es un motivo más que suficiente para
recordar a esta selección.
Foto: 20minutos.es
Es interesante ver cómo nos estamos acostumbrando al éxito. Hace cuatro años el país flotaba en una nube al haber alcanzado la final de la Eurocopa, y nuestro triunfo no hizo sino catapultarnos aún más. Ahora lo sentimos como una vieja tradición, como si ya lo hubiéramos conseguido todo y nuestra única meta en el horizonte consistiera en mantener el listón bien alto.
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